La sección Hoy es Mañana del argentino Festival Pantalla Pinamar 2014, se vistió de gala por el estreno mundial de Boca de pozo, el nuevo trabajo de Simón Franco, director nacido en la ciudad de Neuquén, Patagonia. Precisamente este cineasta fue el vencedor de la edición del 2012 con su opera prima Tiempos menos modernos. Estuvieron presentando la película Simón Franco, acompañado de algunos miembros del reparto. Si bien la sala no lució abarrotada tuvo una asistencia considerable dado el «inexplicable» horario que se la había asignado: veinte minutos antes de la medianoche.
Boca de pozo cuenta la historia de «Lucho», un trabajador petrolero interpretado por Pablo Cedrón. La primera parte de la película, y la más corta, está centrada en el trabajo netamente en boca de pozo, ubicado en un yacimiento en el campo, donde pasa 15 días. Luego, se traslada 15 días a la ciudad de Comodoro. Ese contraste de lo que es la vida de este operario en el campamento y su vida y todos sus problemas que él atrae en la ciudad, la zona medular del film.
Esta película me trajo a la memoria, lo que se denominó como el nuevo cine argentino, allá a fines del siglo pasado, y esto no desmerece ni acrecienta los valores de la segunda obra de Franco, sino que la enlaza, por ejemplo a esa primera etapa de Trapero en los que se seguía el periplo laboral y personal de un sujeto, con una estética despojada de cualquier artilugio estético o argumental. Eso es precisamente lo que trata de hacer Franco, ser lo más honesto con sus personajes, no se les juzga ni concluye sus múltiples historias sino que solo cuenta / registra ese tiempo de «paro» que tiene en la ciudad. Hay un paro al interior de la empresa petrolífera y al mismo tiempo hay un paro, un estancamiento en la existencia de Lucho que no sabe, que se extravía en la gran ciudad. Entre el hogar, la amante, la madre y las deudas que lo asfixian no se encuentra tranquilo en ningún lugar.
Esa parece ser la premisa de Franco, el mostrarnos a aquellos trabajos dedicados a la explotación del oro negro del modo más prolijo posible, un espacio laboral en donde muchos seres son absorbidos por la rutina laboral y aquello que parece ser una fuente inagotable de dinero se convierte en su cruz de la cual no cual no pueden zafarse. También están los otros, mucho más sensatos, que lo consideran como un paradero donde se puede obtener los fondos necesarios para continuar con los proyectos, este es precisamente el caso de su compañero chileno.
Destaca nítidamente Pablo Cedrón -a quien pudimos ver en Aballay, el hombre sin miedo o El aura entre otras- quien demuestra una interpretación «orgánica» impresionante. En su rostro desencajado, en su deambular fantasmal o en esa mano herida que busca ocultar o disimular continuamente, están presenten los dilemas de una vida insatisfecha y por reflejo, una sociedad que no le permite otra vía de escape que regresar inexorablemente otra vez a esa Boca de pozo dónde se sumerge cada quincena.