DÍAS DE CINE EN JALISCO – 27° FICG

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Entre el 2 de marzo y el 10 de marzo se llevó a cabo la 27° edición del Festival de Cine en Guadalajara. El autor de este informe formó parte del jurado FIPRESCI.

El de Guadalajara, es un festival que, por ser el más antiguo de México, está llamado a ser el más importante y, por lo tanto, a exhibir lo más representativo de su producción anual. Ofrece gran cantidad de títulos locales pero, como es lógico, los cineastas de mayor renombre prefieren estrenar y concursar afuera y luego, si el calendario lo permite, pasar por este tradicional evento. Para lo que sí hay espacio, es para el descubrimiento de nuevos directores y este año sí que los hubo. Este es el lugar idóneo para actualizarse de cine azteca en todas sus presentaciones (ficción, documental, cortometraje y animación), y sí a esto le sumamos las recientes producciones de Latinoamérica que aquí también compiten, vaya que la oferta es realmente abrumadora. La internacionalización es otro de sus objetivos, de ahí que cada edición se realice los clásicos homenajes internacionales e iberoamericanos, que ahora recayeron en Mike Leigh y Andy García respectivamente. Fue importante también la presencia de Gran Bretaña como país invitado, que tuvo su momento cumbre con la magistral gala del músico Michel Nyman, en la cual musicalizó la conmovedora cinta A propósito de Niza de Jean Vigo. Finalmente, es de felicitar la realización de la muestra “El Melodrama: El género a lo largo del tiempo y a lo ancho del mundo” que ofreció 26 estimables títulos de distintas épocas y nacionalidades; y esto se le sumó un pequeño ciclo de conversatorios sobre este género de tanto arraigo en nuestra región. Todo estuvo bajo la curaduría del maestro realizador Jorge Fons.

I. Mexico Ficción: Cosecha amarga
Este año no fue afortunado para la ficción mexicana, al menos en lo que se encontraba en la selección oficial. De las 13 en competencia, no pude ver La cama de Rafael Montero pero con los antecedentes de Cilantro y Perejil (1995) y Corazones Rotos (2001), no creo que uno se pierda de mucho. De las restantes, solo dos cintas sobresalieron (La Demora y Un Mundo Secreto) y de otras dos, sí provoca escribir porque resulta sintomático y hasta contradictorio que finalmente hayan sido premiadas (Mariachi Gringo y Días de Gracia). De esta última, dirigida por Everardo Gout, ya nos ocupamos la crónica del Festival de La Habana. Solo añadiré que resultó exagerado el premio al mejor director, ya que se trata de una visión maniqueísta, excesiva y bastante oportunista de tocar el tema de la violencia. Es evidente la sobresaturación de propósitos e intenciones en el realizador, pero ninguna llega a calar eficazmente en el espectador. Muchos pueden deslumbrarse o cautivarse por la parafernalia visual pero eso ya es otro tema.
En ese mismo sendero, se encuentra Mariachi Gringo de Tom Gustafson. Ya su sola inclusión en esta sección nos extrañó a varios, pero que haya sido la que obtuvo el premio mayor del festival, fue la sorpresa general. No se trata de una producción mexicana ni muchos menos su director es nacido en el país azteca; entonces ¿cómo es que llegó a ser seleccionada?. El argumento de la película sería la respuesta: una especie de sueño americano al revés. Edward, un joven estadounidense, encuentra su vocación en la música ranchera y persigue sus sueños hasta las últimas consecuencias. Este lo llevará hasta la mismísima Guadalajara y su afamada Plaza de los Mariachis, donde, por supuesto encontrará su oportunidad y también el amor, en la rebelde hija de la dueña de un tradicional restaurante de birrias en el corazón de las Nueve Esquinas. Como se aprecia, lo pintoresco, musical y sentimental de este experimento gringo sí que fue del agrado del jurado oficial. Particularmente prefiero esto a ensalzar retratos cínicos, y desbordados de una parte de la realidad de este país.
La Demora, nuevo trabajo de Rodrigo Pla (La zona, Desierto adentro) vuelve más difuso o mejor aún determina, de una vez por todas, su doble nacionalidad mexico-uruguaya. Filmada en Montevideo, contó con un porcentaje de producción mexicana. Ello le bastó para ser parte del Festival, y al parecer, fue determinante el haber sido rodada en otro país y dialogada con otro acento, para no haber obtenido el premio a mejor película que sin duda merecía. Pla hace un sentido relato sobre la vejez y las intrincadas relaciones entre padre e hija al interior de una familia disfuncional, a partir de una puesta en escena reposada, certera, que no apunta expresamente a conmover al espectador sino a agitar conciencias a partir de un caso real del abandono de un señor de la tercera edad en la vía pública. Como en el cine de los hermanos Dardenne, en esta película podemos hallar crítica social que ningún momento se desentiende de albergar un componente emotivo, que en este caso es el amor filial que pareciera extraviarse en la etapa terminal de algunas vidas. Todo esto es retratado con brutal honestidad y sin ningún artificio, lo que da por resultado que todo nos sea tan genuina y contradictoriamente familiar.
Mi descubrimiento de esta sección, fue la opera prima de Gabriel Mariño: Un mundo secreto (fotografía arriba). El viaje de una adolescente, que es también el trayecto hacía lo profundo de su alma. Una necesaria vía de escape dada la incomunicación que predomina en su hogar y la sensación de vacío que signa su corta existencia. El recurso del road movie le sirve perfectamente a Mariño para escudriñar quirúrgicamente al interior de un México desolador. No el violento que uno pudiera suponer; pero sí uno donde no hay espacios para los anhelos o la inocencia de todo adolescente. Y ese poético mundo secreto del título no solo está bellamente dibujado en las páginas del cuaderno de María, sino es el tono mismo de una cinta que sorprende por la valentía de su temática, por la sensibilidad -y por momentos el lirismo, presente en muchas de sus escenas y por el reajuste, necesario, de un problema ya generalizado y que sigue en el terreno de la incertidumbre como es el futuro inmediato de un gran población de jóvenes mexicanos. Mención aparte merece Lucía Uribe, que no solo demuestra una inusitada solidez en este su debut actoral sino que también guarda una innata complicidad con la cámara. No queda duda que estamos frente a una promesa de la actuación del cine latinoamericano.

II- México Documental: El otro Everardo y otros hallazgos
De esta sección competitiva conformada por catorce títulos, pude apreciar seis y eso me bastó para ratificar la buena salud que atraviesa en los últimos años el documental mexicano. Gracias a confiables referencias, en un festival pasado -el de Mar del Plata- pude hallar finalmente un trabajo de Everardo González y este era El Cielo Abierto, crudo documento sobre la vida, obra y muerte del Monseñor Oscar Arnulfo Romero, además del retrato de los turbulentos años ochenta en El Salvador. González aborda este viaje al pasado, con la única consigna de la objetividad, o lo más cercano posible de esa noción, para dar cuenta de una época tensa en el que el gobierno y la iglesia salvadoreña estuvieron íntimamente ligados, los testimonios son irrefutables y de tal contundencia, que ellos son los que guían el relato y capturan toda nuestra atención; y que desgraciadamente no solo resuenan en la memoria del pueblo salvadoreño, sino en muchos otros estados de nuestra región. En este festival, pude ver su más reciente trabajo, Cuates de Australia. Este documental relata el peregrinaje anual de una localidad del estado de Coahuila, con el motivo de buscar agua ya que las lluvias han cesado y el agua de su único pozo se estanca y contamina. Así que deben trasladarse, con familia y ganado, a otras tierras donde se tenga la certeza de que lloverá. Pasado un tiempo, retornarán a Australia, que aunque sea terreno árido, es su hogar. Nuevamente nos expone, la figura de un pueblo y su lucha por la vida, a la sobrevivencia como una faena forzosa y reiterativa en nuestros pueblos; que en este caso está intrínsecamente relacionado a la naturaleza.
Otros documentales interesantes fueron: Carrière: 250 Metros, de Juan Carlos Rulfo (En el Hoyo), una lúcida reflexión en primera persona, del célebre guionista sobre su familia, sus anécdotas y en resumidas cuentas, su vida. 88 minutos le es suficiente a Rulfo para registrar este gran personaje y contenerlo a este apasionante retrato. Y los 250 metros de título refieren, según Carrière,a la distancia exacta entre el lugar donde nació y el cementerio donde será enterrado. El Paciente Interno es el acercamiento a otro personaje real, uno tristemente célebre en su momento. Carlos Castañeda de la Fuente, quien el 5 de febrero de 1970 atentó contra el presidente y como castigo pasó 23 años en una institución psiquiátrica. Con los años, todos se olvidaron de él y su expediente, como su mente, se extraviaron. El director Alejandro Solar hace un meritorio trabajo de investigación, lo encuentra convertido en un indigente y a partir de entonces le hace un seguimiento, le da la oportunidad de hablar y de explicar, después de cuatro décadas, sus razones. Un ejemplo pavoroso del abuso de poder, tan frecuente en el gobierno del presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz. Finalmente, no puedo dejar de mencionar por lo necesario y audaz a El Ingeniero, la crónica de la campaña presidencial del año 2000 del candidato del PRD, la izquierda mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas. Alejandro Lubezki es testigo de excepción de una contienda electoral que quedó para el recuerdo de toda nación pues terminó con 70 años de gobierno del PRI y que, al mismo tiempo, generó muchas esperanzas. Es también, el detrás de cámaras o el reality de eso que llamamos política, de cómo las caretas y los acuerdos son cosa cotidiana y que solo después de doce años, con los actores ya fuera del escenario, puede finalmente ver la luz.

III- Una renovada línea ecuatorial
En esta edición, el Festival de Cine en Guadalajara puso su atención sobre los nuevos rostros e historias del pequeño país sudamericano del Ecuador. Si bien no tiene existe una industria cinematográfica al mismo estilo de Argentina y Brasil, lo que sí se pudimos observar en esta muestra en que hay un puñado de directores jóvenes que abordan los temas del Ecuador de hoy, los que necesitan ser tratados y difundidos. El cine ecuatoriano ya tiene un camino plenamente identificable, en los que ya se puede distinguir una huella de identidad, una voz que ya se está haciendo sentir en los festivales de cine de la región. Un hecho fundamental en el auge del cine ecuatoriano está en la Escuela San Antonio de los Baños, de Cuba, ya que algunos de sus directores se han formado en sus aulas y otros en Estados Unidos y Europa. Ello les ha dado una mirada distinta, una que es mucho más internacional, que ahora les permite afrontar la realización con una apertura emocional que escapa de las fronteras.
La muestra estuvo conformada por ocho largometrajes, entre documentales y ficción. De ellos vimos algunas y de las más interesantes, por uno u otro motivo, escribiremos a continuación.
Abuelos (Carla Valencia Dávila): Su primer largo documental nos la revela como un talento a seguir, este trabajo es la indagación por la memoria familiar, por los ancestros que nos legaron tanto y del cual sabemos realmente poco. Valencia Dávila sigue una línea frecuente del documental reciente como es el de la investigación familiar, al mismo estilo de Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo (2008). Aquí va en busca del recuerdo de sus abuelos: Por un lado, está el abuelo chileno, Juan Dávila, activista comunista y miembro del partido de Salvador Allende. Un hombre muy comprometido, que luego del golpe de Estado a Pinochet, en 1973, fue capturado y enviado a un campo de concentración clandestino. Allí fue fusilado y arrojado a una fosa común. La otra historia es la de su abuelo ecuatoriano, Remo Dávila, un entusiasta médico autodidacta que curó a muchos y cuyo máximo anhelo era lograr la fórmula quimérica de la inmortalidad. Todo se inicia con una voz en off, unas fotografías (que luego serán otros objetos personales) de los abuelos y los testimonios de sus propios padres, y entre ellos se da un permanente diálogo, cálido y enternecedor, que es espejeado constantemente por imágenes duras e inevitables, como el de una fosa común. Valencia Dávila nos habla sobre aquella dualidad que está siempre presente en toda existencia humana, la vida y la muerte, la belleza y la crueldad y es sobre este postulado que cimenta la de su historia familiar. Entre Chile y Ecuador, se dan imágenes paralelas y la voz de la propia directora le imprime una sentida emotividad, como si estuviera leyendo un viejo y extraviado diario familiar. Valencia Dávila entrelaza el desierto chileno con la vegetación exuberante del Ecuador. Agua y aridez son parte de un mismo retrato familiar, de un mismo árbol genealógico que insólitamente tenía en sus dos extremos a dos seres aparentemente tan opuestos.
En el nombre de la hija (Tania Hermida): El 2006 tuvimos oportunidad de apreciar una de las más agradables óperas primas de esta parte del continente: Qué tan lejos (2006), y como es frecuente por estos lares, el levantar un segundo proyecto le tomó otros años más. En el caso de Tania Hermida, la expectativa personal por ver más de su cine quedó gratamente satisfecha. En el nombre de la hija parte de una historia original de la misma directora y guionista. En 1976, en un valle andino ecuatoriano, Manuela, una niña de nueve años y su hermano menor Camilo, pasan vacaciones en la hacienda de sus abuelos. Se trata de la lucha de la niña por mantener el nombre de su padre y evitar la imposición de la abuela que pretende llamarla por el nombre de Dolores, nombre que ha permanecido por generaciones entre las primogénitas de la familia. Esta rebeldía es también la defensa de los ideales de un padre ausente y de los ideales por los que luchan sus padres. En ese sentido, el filme de Hermida tiene una postura claramente anti-conservadora y anti- dogmatica, sobre todas aquellas ideologías que dominaban, casi feudalmente, aquellas haciendas en la década de los setentas. Esa polarización de pensamientos políticos, puesta en boca de niños menores de diez años, puede resultar inverosímil para cierto sector de los espectadores pero se trata sin duda de las atrevidas fábulas infantiles que hayamos visto pues narra y reflexiona sobre tiempos convulsionados la historia ecuatoriana reciente y al mismo tiempo, mantiene un estimable tono de comedia costumbrista.
Esas no son penas (Anahí Hoeneisen y Daniel Andrade): Este trabajo data de 2007, y trata sobre la reunión de cinco amigas quiteñas, que han dejado de verse por catorce años. Tras la imagen reconfortante de cualquiera pueda imaginarse, se esconde un sentido retrato de la clase media y en especial de la mujer urbana ecuatoriana. A pesar de lo forzado de algunas de sus situaciones es válido el empeño de la dupla Hoeneisen – Andrade por ofrecer una opción fílmica distinta a la que predomina las multisalas y a decidirse por narrar historias íntimas mucho más frecuentes y dolorosas de lo que imaginamos.
Ratas, ratones y rateros y Pescador (Sebastián Cordero): Fue interesante apreciar en un mismo evento la opera prima de Sebastián Cordero, que formó parte de la muestra y su más reciente trabajo, que estuvo seleccionada para competir en la selección de Largometraje Iberoamericano de Ficción. Doce años han transcurrido entre su debut Ratas, ratones y rateros (1999) y su cuarto trabajo Pescador (2011) y entre ambos ya es posible reconocer signos de un estilo. Sus historias tienen una enorme carga de humanidad y sus protagonistas están cargados de mucha dualidad. La conciencia siempre está a punto de traicionarles y su complejidad emocional rehuye de toda clasificación y, lo que es mejor, no permite el mínimo atisbo de previsibilidad a nivel narrativo. Su última película, es como una vuelta atrás, un homenaje a la película que lo hizo reconocido internacionalmente pero no por ello se trata de la mejor cinta que haya realizado hasta el momento. Pescador se inscribe en el subgénero de la road movie para contar una historia real sucedida en un pueblito costeño ecuatoriano. De improviso, un día aparece un bote varado en la orilla y en su interior, bajo los tablones se esconde una millonaria carga de cocaína; el pueblo se la reparte (todo esto durante los créditos) y entonces seguimos la historia de uno de ellos, Blanquito. Un pescador de treinta años que aún vive con su madre, decide darle vuelta a su destino y escapar. Así lo seguimos por el interior del Ecuador. El trayecto por vender la droga le redefinirá la vida, además de la perdida de inocencia en todos los sentidos imaginables, pues el ingreso a un mundo desconocido e implacable se encargará hacerle notar una y otra vez que aún no está preparado para jugar en las grandes lides de la vida urbana. Cordero acierta profundamente en esa incursión al Ecuador de nuestros días, que es geográfico y emocional al mismo tiempo; que es triste, absurdo y esperanzador como la aventura de este entrañable pescador.

IV- Remembranzas finales
La gala inaugural fue con la película británica Another Year (2010), el más reciente filme del maestro Mike Leigh. Una vez más, nos ofrece una brillante comedia en los que la ternura, la alegría, la amargura y el desgarro conviven a partes iguales. La vida es así, discurre irremediablemente, todo es un eterno ciclo, parecen ser algunas de las confesiones de este gran cineasta; y sí que estamos de acuerdo.
El homenaje al director mexicano Gabriel Retes, fue la ocasión ideal, para poder apreciar ese clásico underground que es Chin Chin el Teporocho (1975). Considerada como su opera prima, esta cinta narra la historia de Rogelio, un joven del barrio pobre de Tepito que tras un fracaso amoroso termina convertido en un alcohólico más de la calle; es decir, un ‘teporocho’. Retes acierta en el registro de los ambientes lumpenescos a través de elaborados planos secuencia y principalmente por la elección de un reparto conformado mayormente por actores debutantes. Se trata de uno de los primeros retratos de la marginalidad urbana en el cine mexicano, que ocupó un sorprendente segundo lugar en la taquilla de ese año, obviamente después de una cinta de Cantinflas.
La chilena Violeta se Fue a los Cielos, se llevó, por unanimidad, el premio de la crítica internacional (FIPRESCI) pues cómodamente podría haberse tratado de un biopic convencional y predecible, es decir, un recuento cronológico, un melodrama que exaltara, sin reparos, la figura de una cantante legendaria. En cambio, su director Andrés Wood opta por lo contrario. Con extraordinaria economía de recursos, da un esbozo con los momentos clave de una vida, un retrato impresionista, no de la gran figura, sino de una mujer. Además, con mucho acierto integra al paisaje como parte orgánica de la trama de tal manera que se transforma no solo en la historia de Violeta Parra sino de todo el pueblo latinoamericano, de sus luchas y de su identidad.

PALMARÉS
PREMIOS OFICIALES

LARGOMETRAJE DE FICCIÓN MEXICANA
Mejor Película: «Mariachi Gringo», de Tom Gustafson.
Mención Especial: Nick Cave, Warren Ellis, Atticus Ross y Shigeru Umebayashi por la música Original de «Días de Gracia».
Mejor Ópera Prima: «El Fantástico Mundo de Juan Orol», de Sebastián del Amo
Mejor Director: Everardo Gout, por «Días de Gracia».
Mejor Actor: Kuno Becker, por «Espacio Interior».
Mejor Actriz: Martha Higareda, por «Mariachi Gringo».
Mejor Guion: Miguel Bonilla, por «Diente por Diente».
Mejor Fotografía: Jerónimo Rodríguez, por «Todo el Mundo Tiene a Alguien Menos Yo».

Largometraje de Ficción Iberoamericana
Mejor Película Iberoamericana: «Abrir Puertas y Ventanas», de Milagros Mumenthaler (Argentina).
Premio Especial del Jurado: «Los Pasos Dobles», de Isaki Lacuesta (España – Suiza).
Mejor Opera Prima: «Transeúnte», de Eryk Rocha (Brasil).
Mejor Director: Sebastián Cordero, por «Pescador» (Ecuador).
Mejor Actor: Andrés Crespo, por «Pescador» (Ecuador).
Mejor Actriz: Francisca Gavilán, por «Violeta se Fue a los Cielos» (Chile).
Mejor Guion: Jaime Osorio, por El «Páramo» (Colombia).
Mejor Fotografía: Mauro Pinheiro Jr., por «Sudoeste» (Brasil).

Largometraje Mexicano Documental
Mejor Documental Mexicano: «Cuates de Australia», de Everardo González.
Mención Especial: Carrière, «250 metros», de Juan Carlos Rulfo y Natalia Gil.
Mención Especial: «El Paciente Interno», de Alejandro Solar

Largometraje Iberoamericano Documental
Mejor Documental Iberoamericano: «¡Vivan las antípodas!», de Víctor Kossakovsky (Argentina – Chile – Alemania – Holanda).
Mención Especial: «El salvavidas», de Maite Alberdi (Chile).

Premios No Oficiales
Premio FEISAL: «75 Habitantes, 20 Casas, 300 Vacas», de Fernando Domínguez (Argentina).
Premio FIPRESCI: «Violeta se Fue a los Cielos», de Andrés Wood (Chile)
Premio del Público Milenio: «Espacio Interior», de Kai Parlange (México)
Premio Mezcal: «Un Mundo Secreto», de Gabriel Mariño (México)
Premio Maguey: «Mía», de Javier van de Couter (Argentina)