Gran expectativa concitó el estreno en el 46° Festival de Cine de Gramado, de Simonal. El actor Fabrício Boliveira es el encargado de interpretar al cantante Wilson Simonal, uno de los más celebrados de Brasil, y que, víctima de rumores de que sería informante de la dictadura, cayó en el ostracismo e intentó probar su inocencia hasta el final de la vida.
Hasta el momento solo se había producido un documental, dos libros y un musical, ahora se añade un largometraje de ficción que de seguro dará un revival a la figura de un cantante popular condenado al olvido. De quien fuera de la fronteras sabemos poco, pero no así de sus canciones, pues tras ver la película reconocemos más de una.
También es un intento de hacer justicia a Wilson Simonal (1938-2000), quien es considerado el primer artista brasilero víctima de las fake news. Durante la dictadura militar, en la década de los años sesenta. Simonal era una estrella de la música con una abultadísima cuenta bancaria. Sin embargo cayó en desgracia por no haber pagados sus impuestos por años, culpando a su abogado. Luego viene el hecho trágico al solicitar que a la DOPS, un órgano secreto de represión, que le de una golpiza a su contado para que confiese. Todo el asunto se hizo público, fue denunciado y rápidamente apresado. Si bien salió prontamente de prisión, fue la prensa la que le aplicó la peor de las sentencias, lo tildó de informante de los militares. Después de esto, nada volvería a ser igual.
El biopic del cantante negro, está dirigido por Leonardo Domingues, y protagonizado por Fabrício Boliveira e Isis Valverde. Ambos ya fueron pareja en la película de 2013, Faroeste Caboclo, de René Sampaio. A primera visto tiene todos los ingredientes para sacudir la taquilla nacional, un personaje icónico y polémico, al mismo tiempo, el ingrediente musical que es parte del ADN de la población adulta del Brasil, una pareja de actores, que son populares y a la vez, con mucha química en la pantalla. Al final, tenemos el halo de misterio que todavía se cierne sobre Simonal.
El actor Fabrício Boliveira desarrolla su papel con solvencia, y los números musicales están grabados con perfección técnica. Basta mencionar el inicio del filme, fechado en el año 1975. Un plano secuencia que deslumbra y nos remite a Buenos muchachos. Al preguntarsele a Domingues, éste corroboró su admiración acerca de ese referente de Scorsesse; pero declaró se sentía más cercano a Boogie Nights, en el aspecto del dedicado retrato de una época y su música. El otro plano secuencia es aún más espectacular, se ubica a la mitad de la película. El cantante se retira del estudio de un programa en vivo, sale por los pasillos hasta la calle misma, camina a un negocio vecino que resulta ser un bar y pide un cognac. Se lo bebe rápidamente, mientras se observa en la televisión de blanco y negro, que el auditorio continua enloquecido coreando el hit «Meu limão, meu limoeiro». Deja el vaso ya vacío sobre la mesa, retornando con paso calmo al estudio. La histeria se desata al entrar en escena y continua -como si nada- con el estribillo de la canción. Boliveira se mete en la piel del ídolo brasilero, y desde ya es un serio candidato al Kikito al mejor actor.
La dirección de arte, vestuario y materiales de archivo (como el programa Simonal em São Paulo) sirven para dar forma a un trabajo de mucho oficio, que sin embargo no aporta nuevas luces sobre la tragedia del cantor. Se queda en una recreación que no propone mayor tesis ni da muestras de alguna pesquisa. Lo dicho, la recreación atrae, pero no atrapa. No existe la mínima intención de entrar al detalle del capítulo más vergonzoso en la historia de Simonal: la relación que tuvo con aquellos agentes de la DOPS. Wilson Simonal merecía un rescate mayor, uno que reflexionará con mayor agudeza sobre el racismo, lo que al fin y al cabo destruyó su carrera.