“No puedo evitar sustraerme de mi origen, del lugar donde pertenezco y donde nací, que es Irán, pero como director de cine, tengo el deber de saber donde estoy parado, de nutrirme del ambiente a mi alrededor. Occidente es parte de eso, yo no me siento sujetado por mi cultura o mi nacionalidad”.
“Hay muchas visiones radicales que Occidente tiene sobre Oriente y creo que necesitamos una mejor educación al respecto, para evitar todo tipo de malentendidos”.
El encuentro con el director iraní Abbas Kiarostami, el mayor homenajeado de la décima edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, convocó a toda la prensa especializada y al público espectador más exigente que acudió la primera semana de noviembre pasado la capital michoacana. La conversación estuvo conducida por el programador del BFI en Londres, Geoff Andrew. El director hizo gala de su inteligencia en cada una de sus respuestas pues supo destilar humor e ironía hasta las preguntas más obvias y cansinas que de vez en cuando se filtran en este tipo de eventos. Antes de responder la primera interrogante calificó como “una oportunidad” el poder interactuar con el público latinoamericano, un hecho poco recurrente en su vida, y que sin embargo tiene un lugar muy especial en ella, “pues en México gané mi primer premio en 1975, los demás los regalé pero ese no porque es especial, es el primero”.
Una vez hecha la introducción, la plática se enfocó en el quehacer cinematográfico del cineasta, desarrolló la historia sobre inicios dirigiendo a niños con quienes aprendió a hacer cine (ellos, dice, le enseñaron la vida), sobre la relación entre la realidad y un filme (“una buena película tiene a la realidad como trasfondo”), sobre su manera de trabajar con actores, sobre su evolución como director (cada vez da más libertad a los actores; ahora utiliza cámaras digitales). Respecto a su manera de trabajar, la definió como simple y complicada al mismo tiempo: enfrentar la vida y el trabajo como lo haría un niño y “la forma en que no piensan en el mañana ni en el ayer, con el valor total de vivir el momento, son filósofos pequeños junto a nosotros y no los tomamos en serio. En los últimos 13 años, sigo teniendo en mente su perspectiva y punto de vista, siempre estoy detrás de la cámara y trato de comprender su filosofía”.
En torno a su opera primera de 1987 ¿Dónde está la casa de mi amigo?, declaró que está basado en un poema de la autoría de Sohrab Seperhi. Luego vendrían otros títulos como Y la vida continúa (1991) y A través de los olivos (1994) que conforman la autodenominada trilogía de Koker, pues tienen como escenario, una zona que fue devastada por un terremoto.
Se puede afirmar que fue con Close Up con que Abbas Kiarostami inicia la exploración sobre el público adulto. Todo surgió de repente, canceló el rodaje de otra película infantil y se internó en una prisión a registrar una especie de documental, en los que los personajes se representan a sí mismos y dialogan sobre un caso de fraude, un juicio y su condena.
“Es la primera película que hice después de trabajar con niños, los personajes son adultos pero están experimentando una parte de su persona que se acerca a los niños, y como dije, aprendí a vivir el día sin tratar de predecir el día siguiente. La razón principal fue una historia que leí en los diarios y la historia es real así como los personajes son verdaderos. Esto sucedió en un momento en que estaba preparado para filmar para niños dos días después, cuando leí la historia me inspiró tanto que dije a mi productor ‘permíteme filmar esto’, y en vez de ir a filmar a la escuela fui a la cárcel a grabar sin tener siquiera un guión preparado».
Esta película le trajo uno de los grandes retos de su carrera como director: convencer a los involucrados de encarnar sus propios personajes como seres oscuros. “Había dos grupos, uno que habían sido engañados y un individuo que los engañó, y era difícil persuadirlos de permanecer frente a la cámara y de llevar a cabo sus roles negativos una vez más, duró 40 días la filmación, y tal vez no lo crean, pero no dormí durante 40 noches porque cada noche pensaba en que estaba seguro que no estarían de acuerdo en regresar a la cámara y representar su parte negativa, y cada día, cuando tocaba el timbre, sentía que se abría la puerta del paraíso y sentía que tenía un día más para hacer eso.
“Quiero comentar que este es un documental creado con gran precisión, si me preguntan si es un documental te diría que es una buena película; si me preguntas si es una buena película te diré que parece un buen documental. Para ir más allá, diría que sólo hay una película buena: la que tiene como fondo la realidad y este es sólo el punto de partida, el que revela las cosas que revelarán nuestras verdades ocultas. Creo que es la mejor película que he hecho porque yo no la hice, los personajes, como lo niños, se comprometieron, fueron fuertes, se atrevieron y pudieron imponer sus deseos y transmitírmelos como director, y durante muchos años hasta que hice otra película, diría que es mi mejor película porque se basa en la fortaleza de quienes actuaron”.
Luego sería el turno de reflexionar sobre su película más galardonada El sabor de las cerezas que obtuvo en 1997 la codiciada Palma de Oro del Festival de Cannes. Esta cinta narra la historia de un hombre que desea morir y busca a alguien que se comprometa a enterrarlo. Ya tiene el hoyo en cuestión listo para recibirlo pero solo falta quien lo mate y entierre. El suicidio es el tema mayor de esta película, a lo que autor agregó con total seriedad y convicción “es una opción de vida, es una salida a quien no tiene el talento para seguir adelante. Dios dio a los humanos esa capacidad y por lo tanto es válida de usarla, así que si alguien cree que ya no tiene caso vivir, pues que se suicide y acabó el problema”.
Uno de los sellos característicos de esta celebrada cinta, El sabor de las cerezas, radica en su técnica de trabajar con actores no profesionales, y la búsqueda de ellos, no fue una tarea nada sencilla. A uno lo encontró, por ejemplo, en el crucero de un semáforo y era un electricista; y al otro, un joven arquitecto lo halló en una montaña.
“Ninguno de los dos actores es profesional, el joven es un arquitecto y el otro un electricista retirado, ellos me dieron su mejor actuación, si me preguntaran ¿cómo actuaron tan bien para usted? la respuesta es muy difícil, busqué durante mucho tiempo para encontrar personajes que se parecieran a los que yo tenía en mi mente, busqué durante casi un año, le golpeé la ventana (del auto, en el semáforo), le dije que soy realizador, que actuara en mi película, y dijo que sería un honor aunque vi en su rostro que no le daba el menor gusto; platicamos un rato y pude decir que era la misma persona que yo tenía en mente”.
Al final de la charla contestó gratamente preguntas y respuesta del público interesado. Cuando le preguntaron por qué había decidido añadir una especie de apéndice a su película El sabor de las cerezas’, dijo que ésta no trataba sobre los problemas de su protagonista, sino sobre el hecho de que la vida continúa y de que nosotros tenemos la opción de elegir si queremos o no vivir. Concluyó, refiriéndose a la falta de libertad de expresión en Irán, que “quizás no lo crean, pero sí hay libertad de expresión, pero su efecto como factor determinante (para hacer cine), no es significativo, quizás es por eso que aquí no están representadas otras voces (iraníes). Nos permiten decir cualquier cosa que deseemos. ”. Reconoce su importancia pero no es suficiente para que un país supere la mayoría de sus problemas, “es triste pero es así”.
Horas más tarde por la noche, el propio Abbas Kiarostami presentó Copia Fiel (2010), la primera cinta que graba fuera de Irán. Luego de la introducción de rigor, Guadalupe Ferrer, directora de la Filmoteca de la UNAM, le entregó la medalla de esta institución. El director la aceptó agradecido y repitió que la guardaría junto a ese primer reconocimiento mexicano que recibió varios años atrás.