QUINCE AÑOS DESPUÉS – XV FESTIVAL DE LIMA

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15° Festival de Cine de Lima – PUCP, 05 al 13 de Agosto de 2011

Basta con revisar la programación para darse cuenta que, este año, no fue pródigo en trabajos de calidad. Los “autores” de esta parte del continente estuvieron presentes. Por un lado, la cantidad de películas se vio reducida significativamente; por ejemplo en la competencia oficial ficción solo se exhibieron 19 trabajos y en el apartado documental, 11. Y si consideramos que uno de los platos fuertes del festival -para los organizadores- fue “14 años de Encuentros, 14 películas”, es decir exhibir nuevamente, y no necesariamente en material fílmico, las cintas que fueron premiadas y aplaudidas por el público, es decir, puro refrito destinado para aquellos espectadores que puedan aún no haberlas visto. Nos damos cuenta que continua la tendencia de ir sobre lo seguro, de ofrecerle lo mismo que ha “cautivado” al público desde 1997.

Como hemos manifestado en textos anteriores, la línea de este Festival está muy bien definitiva. Pero los cinéfilos, cinemeros y quienes amamos el buen cine no queremos darnos cuenta de ello y, tercamente, deseamos que éste nos sorprenda con una programación variada e inclusiva de las propuestas más audaces y personales del cine que se está produciendo por esta región. Entre la oferta abrumadora del “Festival de La Habana” en la cual está prácticamente todo lo producido, y la selección rigurosa del Bafici, encontramos en un limbo al Festival de Lima que centra su atención en lo tradicional, en el formato 35mm, como si esta fuera la norma y corriente actual, aunque en tiempos recientes se ha visto obligado a ser más flexible en lo que al cine documental se refiere, pues gran porcentaje de lo que se produce está en digital. Parece, también, que a “regañadientes” tiene que incluir en su selección principal – la de ficción por supuesto- una que otra película “difícil” para cumplir con la cuota de cine de vanguardia que todo festival, que se digne de llamarse así, debe tener.

En esta edición, ha habido algunos cambios, pero básicamente de forma, o de nombre, como es el caso de “Secretos y tesoros de Latinoamérica”, que ahora se denomina “Desde la otra orilla”. El mismo cajón de sastre, pero reducido, en el que resalta la interesante Paraísos artificiales de la mexicana Yulene Olaizola, la misma de Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo (2008) pero rodeada de El dedo y especialmente de la impresentable Prometeo deportado, filme ecuatoriano que irremediablemente nos hizo recordar a Entre Carlos Marx y una mujer desnuda (1995). Ese tipo de películas que, a la sazón de mantener intrigado (o confundido) al espectador, y que en un posterior conversatorio – una vez terminado la proyección-, demanda a que sea el mismo cineasta quien se encarga de explicar lo quiso decir, como una suerte de manual de entendimiento de su propio trabajo, construyendo así, un oportuno y endeble prestigio. Por otro lado, se incorporó la sección Gala, que, a diferencia del apartado anterior, es donde se ofrecen las deudas, por ejemplo Las Buenas Hierbas de María Novaro que debió estar incluida en la edición de año pasado pero que por motivos de “exclusividad” de otro festival canceló su exhibición pocos días antes; las cintas que se vuelven una excusa ideal para traer al director a nuestro país como Amador, Música campesina y Rehén de Ilusiones, el más reciente trabajo de Eliseo Subiela, quien finalmente pudo venir para recoger personalmente el trofeo que obtuvo en la primera edición del entonces conocido Encuentro Latinoamericano de Cine (Elcine); y películas que inexplicablemente no fueron admitidas en la selección oficial (Un mundo misterioso y El abismo plateado).

 

MUESTRAS NACIONALES QUE IMPORTAN

Si tuviéramos que mencionar los países que estuvieron mejor representados en esta ocasión, muy a nuestro pesar, solo fueron dos: Argentina y México. El primero no nos sorprende mientras que el segundo, es la confirmación del buen momento que está atravesando la cinematografía azteca, lástima que algunos de los títulos que le dan renombre a aquel país -como Año Bisiesto, Vaho o Somos lo que hay– sigan todavía a la espera de ser descubiertos por el espectador limeño.

La selección albiceleste trajo Las acacias, Por tu culpa, Amateur y Sin retorno. La primera venía avalada con los mejores comentarios tras su favorable presentación en el festival de Cannes. Las acacias, la ópera prima de Pablo Giorgelli, nos narra el emotivo encuentro entre un hosco chofer de camión y una mujer paraguaya que con su bebe viajan a Buenos Aires. Cinta conmovedora que le debe todo a una puesta en escena minimalista y prolija que prioriza en todo momento las miradas, los gestos entre el trío de protagonistas (sí, con la criatura como tercer personaje). Silencios, sensibilidad puestos al servicio de una reflexión sobre los (des) encuentros de la vida de toda persona; es, también, la historia emocionante y siempre contenida de la metamorfosis de Rubén, en apariencia es duro y espinoso como las acacias, se resiste el destino sombrío que le dicta la carretera que recorre interminablemente.

La tercera cinta de Anahí Berneri, Por tu culpa que se hizo acreedora del premio a la mejor película de ficción por el Asociación de Prensa Cinematográfica del Perú (APRECI), es el drama intimista de Julieta. Una noche desesperada, en la que un suceso fortuito pone, a la mujer, en el centro de atención de las miradas de una sociedad machista que la prejuzga. Así, la aparición del herpes en el rostro de Julieta en el primer plano de la película es signo del caos que se avecina. Luego, un evento cotidiano da pie una pequeña odisea de ritmo vertiginoso y pleno de tensión que no recurre, en ningún momento, al facilismo de la complicidad sentimental o la manipulación del espectador. El resultado es un thriller doméstico, contundente y sólido, arriesgado y ambicioso, que tiene logrados, además, puntos de encuentro con el melodrama tradicional (la figura de la madre desamparada es paradigmática); lo que confirma, de paso, la enorme capacidad de Berneri de insertarse dentro de los géneros para dar cuenta de una realidad, la de las mujeres postergadas e invisibles para la sociedad argentina.

Amateur nos trae de vuelta al interesante documentalista argentino Néstor Frenkel – el mismo de Construcción de una ciudad (2007)-, siempre atento a las historias nostálgicas, de esas que tienen por protagonistas a personajes nada comunes, dignos de algún tipo de reivindicación. Ahora nos trae otro hallazgo: al septuagenario y pintoresco Jorge Mario, odontólogo de Entre Ríos que posee las más peculiares ocupaciones: conductor radial, campeón de tiro, escritor, líder de un grupo de boy scouts, coleccionista empedernido, cinéfilo, pero, sobre todo director autodidacta en Súper- 8. Es esto último lo que Frenkel rescata en esta ocasión, pues Jorge Mario tiene una película querida sobre todas las que realizó en su corta etapa como cineasta amateur, el western gaucho Winchester Martin, al punto que le motivó a filmar un remake casi inmediato. Esta indagación en la memoria fílmica del curioso personaje, es un homenaje tácito al fenecido formato del Súper- 8, que causo furor en la década del setenta, y a esos directores caseros que, con cámara en mano, se aventuraron a volver sus sueños realidad, lástima que luego llegara el video, para ponerle un fin definitivo. Amateur es un documental disfrutable, encantador en cada uno de esos retazos del collage de imágenes que son recuerdos memorables, multifacéticos como los hobbies del inagotable personaje.

La inclusión de Sin retorno en la competencia oficial, obedecería a la necesidad de tener en el festival a una figura de la actuación argentina como Leonardo Sbaraglia, que coincidentemente ha estado presente en varios títulos exhibidos a lo largo de estos quince años; y, de paso, balancear con un poco del cine “industrial” que se sigue produciendo. De la película en sí, diremos que se trata de un thriller efectivo, de evidentes intenciones críticas -sobre todo de la administración de justicia en la Argentina de hoy- pero que en ningún momento, despega de una medianía, quedándose nomás en una cinta de género aplicada, de aquellas que podrían esperar tener un remake del país del norte.

Como decíamos líneas arriba. México tuvo una buena presentación este año. En la sección ficción estuvieron Chicogrande, El Premio y El Verano de Goliat; mientras que El Lugar Más Pequeño y El Velador fueron los documentales seleccionados. El hecho que Chicogrande, el más reciente trabajo de Felipe Cazals, forme parte de la competencia es ya un hecho resaltante, y que haya venido a nuestra ciudad llama poderosamente la atención pues el único otro maestro mexicano que había estado presente en este festival era Arturo Ripstein y eso fue en 1997 en la primera edición del entonces llamado Elcine. Chicogrande es un western en el sentido más estricto de la palabra, tiene aliento poético y sabiduría territorial presente en cada uno de sus encuadres. Es, también un relato sobre la identidad y la lealtad patriótica del mexicano común. El cine clásico mexicano, que tanto admiramos y añoramos, ha vuelto, junto con la más genuina revaloración de la conciencia villista, precisamente, en el marco del Centenario de la Revolución. Lástima que, en su propia tierra no haya sido, hasta el día de hoy, valorada como lo que es, una indiscutible obra maestra

En el lado opuesto encontramos a El verano de Goliat, un trabajo postmodernista, así podríamos catalogarlo. Una propuesta radical que apuesta por la ruptura de los estilos, y de la lógica narrativa para hablarnos de algo tan simple y complejo como es la existencia tortuosa de un grupo de personas que conviven en un lejano pueblo rural. Este filme es representante de ese otro cine, ese que se realiza al margen de la industria, en el que línea entre la ficción y el documental ya es imposible de distinguir. Es, también, ese otro cine que agrada a los festivales de vanguardia -que definitivamente no es el Festival de Lima-, por lo que es lógico haya sido ignorada en la ceremonia de premiación.

El Premio se alzó con máximo galardón otorgado por el jurado oficial del presente festival. Gran parte de este merecimiento radica en la intimidad y sensibilidad que la directora Paula Markotvich ha logrado transmitir en esta historia autobiográfica, a partir de la imponente presencia de su pequeña protagonista Cecilia Edelstein. Es ella quien sostiene el peso dramático de toda esta historia de represión. Podemos no estar de acuerdo con el veredicto del jurado pero si en su lugar se hubiera premiado a la pequeña actriz, nadie habría objetado esta decisión.

Los dos documentales en competencia, El lugar más pequeño y El velador son proyectos arriesgados. Mientras que el primero es un trabajo entrañable y conmovedor, el segundo es minimalista y simbólico. Sin embargo, ambos comparten una atmósfera de violencia producto de los recuerdos traumáticos o del silencio cómplice al que están obligados.

 

OTRAS CINTAS DE INTERÉS

Jean Gentil viene a demostrarnos que no hay cinematografía pequeña y que República Dominicana tiene ya un título fundamental. La cinta de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas es la travesía errante de un profesor haitiano que ha perdido el sentido de la fe. Este extravío personal lo lleva a los parajes más profundos de la isla, y es en ese lugar que entiende, entre otras cosas, lo vano de la frontera que separa Haití de República Dominicana. Esta es apenas una de las múltiples lecturas que se pueden desprender de un filme que emociona y que inevitablemente perdura en la memoria.

La vida útil, segundo trabajo del uruguayo Federico Veiroj es una amable fábula sobre el cine. Habla de nosotros, de los que aman las películas y de quienes viven para-con-por el cine. Un homenaje a la cinefilia, en las mismas coordenadas de Amateur, que significa un paso adelante para el director de Acné (2008) pero definitivamente no es la pequeña joya que afirman algunos. Es una buena metáfora sobre la agonía de los sueños, perfectamente encarnada por Jorge Jelinek –que coincidentemente, un crítico de cine- como el empleado de la Cinemateca Uruguaya. El punto es que, debido a la crisis económica, el recinto se ve obligado a cerrar sus puertas. Hasta aquí, todo perfecto. Pero cuando se le añade el elemento romántico -la posibilidad de un nuevo apasionamiento-, el interés por la cinta decae. Debo reconocer que se trata de una percepción personal, que no le resta méritos a una producción con genuinos momentos de ternura y – lo más escaso por estos días- originalidad.

Por otra parte, Brasil (en el festival de Lima) en los últimos años, ha seguido una tendencia: ninguna de sus cintas de ficción puede considerarse como valiosa y sus documentales son por lo menos interesantes. Este año, tuvimos entre nosotros a la recientemente nominada al premio Oscar, Waste Land. Este documental de Lucy Walker cuenta la historia del artista Vik Muniz quien asume el desafío de realizar su trabajo en el lugar más improbable del país: el basurero más grande de la ciudad de Río de Janeiro. Quedaría solamente en el hecho anecdótico si no fuera porque este reto supone también la reinvención de la existencia de decenas de personas que trabajan ahí. Esta aparente colaboración, como extras, los convierte en protagonistas; y su sacrificio diario nos toca nuestras fibras más íntimas. Resulta paradójico que en este rincón sucio y olvidado, se reciclen vidas y que la lucha por la superación sea al final, más trascendental que el proyecto artístico.

Coliseo, El Inca, la Boba y el Hijo del Ladrón y Las Malas Intenciones fueron las películas de ficción que representaron a nuestro país. Lo bueno es que cada una de ellas tiene definidas sus fechas de estreno. Desafortunadamente, no podemos decir lo mismo de los documentales nacionales: 1509 Operación Victoria de Judith Vélez, Desde el sonido de Rosa María Oliart y Esas voces que curan de Delia Ackerman y Heather Greer, que tendrán que ser exhibidas en los circuitos alternativos. Pero lo que sí es injustificado es que la mayoría de los documentales tenga solo una función, a excepción de unos cuantos que sí llegaron en formato celuloide.

 

LOS OTROS

Las secciones paralelas que destacaron, en esta ocasión fueron las dedicadas a la retrospectiva del actor mexicano Damián Alcázar. Se exhibió la interesante trilogía de la realidad mexicana de Luis Estrada, compuesta por La ley de Herodes, Un mundo maravilloso y El infierno.

También concitó interés, como ya es usual, la Semana de la Crítica de Cannes que este año tuvo además la Retrospectiva: “50 años de la Semana de la crítica de Cannes”. Esther (1986), la ópera prima de Amos Gitai y More (1969), de Barbet Schroeder fueron las más reconocidas. Pero todo hubiera sido perfecto si no hubieran aparecido los errores, traspiés de ediciones pasadas. Nuevamente, funciones con subtitulaje electrónico tuvieron que ser canceladas.

Queda para el recuerdo, entonces, la visita de la extraordinaria Geraldine Chaplin, lástima que la selección de su retrospectiva – homenaje no estuvo a la altura, pues estuvo poblado de títulos ya vistos, dejándose de lado trabajos menos conocidos como, por ejemplo, los que realizó bajo las ordenes de Alan Rudolph.

Nunca, en todos los años que tiene de existencia el Festival, las secciones paralelas lucieron tan poco atractivas. En fin, solo queda esperar que, efectivamente, le pongan ganas a la organización de décimo sexta edición, como se afirmó en la ceremonia de clausura.